Alexis Iparraguirre
(Lima, 1974) es uno de los mejores narradores peruanos de hoy. Su libro de
relato El inventario de las naves se alzó con el prestigioso Premio Nacional
PUCP 2005. Alexis nos invita a leer sus diez imperdibles. Tomemos nota:
El barón rampante de
Italo Calvino. Siempre lo recomiendo cuando mis amigos me piden un libro ameno
e interesante. A veces, eso es otra forma de pedir literatura que entretenga,
que no sea el volumen lento y solemne que
algunos prejuicios asocian con la gran literatura. El barón rampante es
un libro sumamente entretenido, pero también un ejercicio artístico de primer
nivel, que asocia la aventura, la fantasía y una sutil disposición argumental a
partir de su alegoría de fondo: el noble adolescente que decide, como utopía
personal, nunca bajarse de los árboles a mediados del siglo XVIII. Quien quiera
constatar que una historia lineal esconde, en su aparente simpleza, el difícil
arte de trenzar conflictos hasta que alcancen sus últimas consecuencias puede
encontrar en esta compendiosa novela un magnífico modelo.
La cartuja de Parma de
Stendhal. Cuando los personajes de la literatura actual resultan a veces solo
variaciones de una única voz narrativa, y ella, las más de las veces, es un
modo poco elegante de la figuración del autor, entusiasma comprobar que todavía
en los libros de Stendhal cada personaje es una suma de sensaciones específicas
y razonamientos irrepetibles, es decir, de sensibilidades tan intensas y
autónomas, diferentes de la voz autoral, que antes de experimentarlas solo
las podíamos identificar en el flujo de
la vida misma . En particular, La cartuja de Parma consigue un tratado de los
matices de la psicología femenina que, justo por su extrema delicadeza, se
condena de modo casi insensible a su propia anulación. Flaubert y Tolstoi
vieron en ello una rigurosa crítica a los tics sentimentales en boga de su
época. Los lectores de Stendhal aprendemos de él que la ficción parece un
escenario vacío sino se puebla de muchas y distintas personalidades.
Los hermanos Karamasov
de Fiódor Dostoievski. Cuando se lee
este libro se experimenta el efecto de una puesta en escena hipnótica y
truculenta. O, como dijo Shakespeare, que la vida es el monólogo vociferante de
un loco, que, como Hamlet, padece de extrema lucidez. No es extraño porque el
joven Dostoievski quiso ser dramaturgo y
admiraba a Shakespeare a tal punto que se planteó emularlo. Se dio cuenta, casi
de inmediato, de que era apenas una sombra de su modelo, pero el entrenamiento
le valió para convertir a los personajes de sus novelas en los más turbios,
torrentosos y delirantes devotos de una sinceridad histérica, imprevisible y
vital. El único limite que les impuso Dostoievski fue que el pecado se castigase y que la
redención tuviese una oportunidad entre sus delirios. Los hermanos Karamasov,
Mitia, Vania y Aliosha, involucrados de un modo u otro en el asesinato de su
padre, enseñan cómo hablar con una mano en el corazón y la otra en el laberinto
de la contradicción y la iluminación más inesperadas.
Ficciones de Jorge Luis
Borges. Nadie entiende bien cómo un cuento puede ser un universo, con sus
continentes y sus mares, con sus naciones y su metafísica, hasta que no ha
leído los resúmenes apretadísimos de poesía, erudición y fina imaginación de
Jorge Luis Borges. Inventor de una nueva forma de prosa, aquella que condensa
muchos símbolos en la escueta gramática de una narración aparentemente clásica,
su legado mayor, no obstante, solo es percibido por quienes emprenden la labor
de escribir cuentos luego de leerlo. Borges sitúa la ambición del género fuera
de cualquier proporción anterior. Luego de Borges, un cuento puede contener el
mundo imaginado por una novela o por varias sin escapar al precepto de la única
línea argumental. Un cuento, para los latinoamericanos, deja de ser el mero
relato incidental con valor emotivo o alegórico y se convierte en una
arquitectura en miniatura, en una piedra
minúscula labrada por el cuentista con lente de joyero inagotable. De Borges se
aprende que un cuento es una torre o un abismo en que tiene sitio la magnitud
de lo pensable.
Pedro Páramo de Juan
Rulfo. Es la novela del Boom antes del Boom. Contada en resumen, solo es la
reconstrucción que un fantasmal Juan Preciado logra de la vida de su padre,
Pedro Paramo, el señor de horca y cuchillo de Comala, un pueblito en el árido
norte mexicano. No obstante el montaje cinematográfico al que Rulfo somete la
historia sin contemplación de ningún tipo, permite descubrir en la
superposición de sus muchos episodios, como en un cuadro cubista, el poema de
desamor de un niño solitario, o un alegato sin énfasis sentimental contra los
crueldad de los terratenientes, o una historia de aparecidos ofendidos y sin
memoria, o una historia de bastardías irreparables; en suma, un compendio enigmático, nunca
clausurado, que alude a la imagen del México que entendía Rulfo. De modo muy
semejante, proceden los novelistas latinoamericanos que lo sucedieron cuando
proyectan relatos de relaciones familiares como símbolos del drama nacional e
incluso continental. Leyendo a Rulfo no solo conocemos el impacto del arte
moderno en la narrativa en español sino
aprendemos a conocer cómo se hizo novelas en el siglo XX en
Latinoamérica.
El perseguidor de Julio
Cortázar. La melancólica historia que Bruno V. refiere sobre su amigo Johnny
Carter, saxofonista genial, adicto a drogas de todo calibre, desde su gira por
París hasta su repentina muerte no solo es la escenificación de las tensiones
entre la mirada de un crítico musical en su cómodo papel de consumidor de arte, y el modo de vida ajeno a
convencionalismos, incluso inmoral, del artista que persigue, en nombre del
arte, dimensiones de la sensibilidad desconocidas. Cortázar consigue una altura
adicional: revivir el mito del genio que está más allá de cualquier comprensión
racional sin caer en la fantasía o el elogio gratuito. Johnny viaja en metro,
pierde saxofones, hace algunas metáforas sobre el tiempo que carecerían de
cualquier sentido sino fuera por el alcance y los éxtasis a los que conduce su
música. Entonces, se convierten en pistas de un conocimiento al que el ser
humano apenas puede intuir por obra de seres como Johnny. El perseguidor es una
puesta al día del mito del artista para el siglo XX y enseña a hablar del
oficio sin hablar directamente de él, a señalarse a uno mismo sin nombrarse, a
discutir de los límites del oficio ejecutándolo a la vez.
Conversación en la
Catedral de Mario Vargas Llosa. El afán de síntesis planteado por Borges tiene
su contraparte novelesca en la aspiración de la novela total, esa que hable de
toda una sociedad desde cualquiera de sus personajes, de sus estamentos
sociales, de sus sensibilidades. Vargas Llosa consiguió ese objetivo, o lo
fingió con la suficiencia de los más grandes fabulistas, en este libro. No le
falta nada: grandes tramas, personajes inolvidables, discusiones políticas,
sentimentales, acaso filosóficas: todo surgen en medio de un insondable abismo
de voces que conversan, odian y aman en el marco del diálogo memorioso entre
Santiago Zavala, hijo renegado de un gran burgués, y el negro Ambrosio, antiguo
chofer de su familia. Así Vargas Llosa reinventa, al compás de su imaginación,
los años cincuenta en el Perú y sus extravagantes miserias durante la dictadura
de Manuel Odría. Ambiciosa como pocas novelas, Conversación no solo usurpa la
verosimilitud de la realidad, sino que consigue una inventario de tipos humanos
limeños y peruanos aún hoy reconocible. Vargas Llosa configura un temperamento
de lo peruano-limeño que otras imaginaciones no han logrado ensombrecer.
Cualquier retrato posterior de ese temperamento, hasta la fecha, se aprende de
él.
El mundo sin Xóchitl de
Miguel Gutiérrez. La historia de los amores incestuosos de Wenceslao y Xóchitl,
hijos del avinagrado don Elías, terrateniente cosmopolita piurano que, en
nupcias otoñales, se casa con una aspirante a actriz de ópera bellísima y medio
loca, parece un sumario de literatura decadentista, de aquella que era del
gusto de los lectores europeos de fines del siglo XIX. No obstante, situada en
la norteña Piura, en un tiempo mágico, entre el arribo de los adelantos de la
modernidad y la supervivencia de creencias ancestrales, la novela explora con
profundidad y atrevimiento la cultura sentimental de su época y sus arrebatos
eróticos y sus numerosos excesos. En ningún momento, sucumbe a los lugares
comunes del melodrama y sus truculencias, y cuando los bordea, escoge enfocarlos
desde los ojos del dolor maduro y no del llanto. Por eso, Gutiérrez cumple la
aparentemente simple, pero única labor, de dedicar una novela peruana completa
al amor sin adjetivos, o al desamor, que es otra cara de la misma moneda.
Trilce de César Vallejo.
La literatura frecuentemente se ha dedicado a inventarse con ayuda del pasado y
la imaginación. Trilce quiere imaginar sobre el futuro. Sobre cómo será una
poesía que solo conocemos como adelanto de un tiempo por venir o que ni
siquiera estamos en capacidad de entender, pero cuya figura hermética permanece
como la esfinge entre nosotros, segura de que su tiempo habrá de llegar y sus
enigmas serán afirmaciones tan comunes de la vida como “Hace frío” o “Te amo”. Contra ello se alza el sentido
común: la ambición de imaginar el futuro parece desmedida y condenada a ser
superada por el futuro real que siempre muestra a nuestra imaginación como
insuficiente o débil. No obstante, ello no ha ocurrido con los poemas de César
Vallejo en este poemario, cuyo mismo ofrecimiento a la lectura es un gesto esperanzado en el destino de la
especie y en la capacidad de esta para ampliar mediante los sentimientos y sus
emociones los límites de la razón hasta concebir como comprensible una poesía
escrita para y desde un tiempo inexistente. Quien piensa que en el propósito de
Vallejo hay un acto de soberbia ilimitada constatará en la lectura de Trilce
que los enigmas que plantea continúan, inquietan, nos prueban, y Vallejo sigue
escribiendo desde lo que aún no sucede.
Las partículas
elementales de Michel Houellebecq. Si el convencimiento de que existe una vida
mejor nace de mostrar que habitamos en una muy mala, el libro de
Houellebecq se encarga de probar hasta
la saciedad lo segundo. La novela es su demostración organizada y sensible a
través de las biografías paralelas de dos hermanastros, condenados al fracaso
desde que nacieron. Envueltos en la vorágine de fines del siglo XX, son
testigos pusilánimes de cómo agonizan utopías de derecha y de izquierda en las
figuras mediocres de sus parientes y amigos próximos, debacle de la que solo se
mantienen a flote porque son consumidores compulsivos de un mercado sin
límites, que oculta la inutilidad de sus productos bajo el aura del prestigio y
cuyo mejor señuelo para ventas es el sexo. Ello hace imposible las relaciones
de pareja, puesto que los cuerpos de los amantes se vuelven bienes desechables,
e impide la fuga hacia estados alguna vez viables como el amor o el autoexamen.
Historia de dos conciencias que testimonian sin prisa su aniquilamiento en el
supermercado de la vida, cada una de sus páginas incomoda al lector, que se
reconoce como parte de esa sociedad detestable. La lectura de Houellebecq
enseña la crítica radical completa, donde la única salida es la fantasía.
Duna de Frank Herbert.
Aunque la fantasía no sea el lugar de la vida, su plasticidad la hace apta para
hablar de esta con una libertad que reservas personales o estéticas impiden, o
de pura vocación por ella. Duna es una de las mejores pruebas del uso de la
fantasía de aventuras con inusual habilidad artística: es un drama dinástico,
una exploración en el seno de las religiones contemporáneas, una estudio sobre
el pensamiento mesiánico, una especulación de las consecuencias geopolíticas de
los monopolios económicos, un retrato descarnado de las relaciones
internacionales y un elogio del más puro ecologismo. Épica del destino de la
especie en un universo en que el misticismo es indiferente de la política, no
obstante, la historia del planeta desértico Duna es la de una humanidad
obligada a elegir lo inesperado en cada callejón sin salida al que la conduce
la razón de estado, los negocios corporativos o el fanatismo. Imagen de urgente
actualidad, es una novela para especular sobre los caminos que abre el futuro,
no en miles de años, sino en el siglo que recién empieza.