lunes, 31 de agosto de 2009

Máquina


Bernardo Rocco (Chillan, Chile, 1973), propone en su libro Máquina (Mundo ajeno, Lima, 2007) una poesía que se caracteriza por su frescura –como lo plantea Roger Santiváñez en el prólogo- y por acumular un mundo que se construye de la experiencia vital del autor. El libro reconstruye/construye temas ya desarrollados por la poesía contemporánea como es la ciudad, la noche, el abismo, la destrucción del sujeto poético, la construcción post moderna de temas medieval –la idea de Dante-, así como propuestas de artes poéticas. Si bien estos temas son desarrollados en el poemario, un lector atento puede deducir que estos temas son solo elementos decorativos en el poemario y no temas reconstruidos según una posición post moderna. Este es el caso de la idea de Dante y la reelaboración de su universo en la urbe del “yo poético”. Se entiende que el autor construya lugares Dantescos –como los círculos concéntricos- y estos se reelaboren en lugares comunes donde el yo poéticos transita –el hotel, la ciudad, el bar o algunas calles donde se transita-. “Me canso entre barras extendidas, entre cervezas/ y promiscuas conversaciones/ entre el despliegue del jazz y su escenografía de estruendo, /melodías y tonos alcohólicos…”Una mención importante en el libro, para mí, es el segundo aparatado “Sala de máquinas” donde puedo entender como la experimentación de crear poesía de sensaciones producto de todo lo que esta a su alrededor del autor: “Evoco movimientos ligeros/ marea de sucesos que galopan/ en este lugar despoblándose/ acojo nuevas frases que dispersan mi aliento,/sintiendo tus azulados sonidos…”. Su filiación por un lenguaje sencillo prosado directo y la cuidadosa construcción de un lenguaje de relojería hacen del poemario su mejor virtud; y eso que no considero la cadencia de la música jazz en sus versos. De esta manera “Maquina” se convierte en un poemario donde el infierno medieval complejo se convierte en algo sencillo y matutino: “vete al infierno, mientras intento un bosquejo angélico/ iluso inacabado”.

Puntuación: Regular
Presentación: Buena
Género: Lírico

Leído: 31 de agosto de 2009

miércoles, 26 de agosto de 2009

Poeta ciego


Mario Bellatin ((Ciudad de México, 23 de julio de 1960) salto al ruedo con una novela impresionante: Salón de belleza  (Jaime Campodónico / Editor, 1994) que refina su estilo escueto y fragmentario que posee. Las novelas posteriores, parecen, que fueran parte de una novela "total" que busca la perfección en torno al estilo que profesa. Bellatin muchas veces ha confesado que su escritura es un proyecto literario que tiene como base el lenguaje, la estructura de la novela y la forma de narrar.
Poeta ciego (Tusquets / Peisa 1998) es la consolidación del escritor al nivel internacional. Una novela que fue aclamada y esperada por la crítica especializada en su tiempo. La obra trata de un poeta de orígenes legendarios –apostólicos- creador de rituales, que funda una secta de oscuros propósitos cuyas reglas se basan en una sexualidad maliciosa e incoherente. El poeta se presenta desde inicio como un sujeto sin historia pero de una trascendencia incierta. La sabiduría de entender las cosas es una de las características del personaje principal, así como su alejamiento/ cercanía a la sociedad que le rodea. ¿Pero El poeta es el Mesías de este mundo incierto? Las obras de Bellatin siempre tendrán un importante característica –para mí- que es la construcción del espacio donde quedan maniatados los personajes. No da datos, no da nombres exactos, ni muchos menos se conocen a los personajes –históricamente-. Eso da a la novela un aire de extrañeza, incertidumbre. En esta novela aparecen todas estas características y el eje narrativo de la novela policial. He ahí para mí el gran problema de la obra. La novela policial siempre pedirá al narrador un bagaje de datos inciertos para que el lector atento pueda resolver el misterio planteado desde el inicio. Lo que no pasa en la novela de Bellatin. Bellatin es escueto en datos tanto los personajes como las causas que movilizan el relato. Cuando Bellatin combina estos estilos en vez de enriquecerlo le resta, la novela denota poco trabajada aunque los personajes sean inquietas, amorfos, raros. En la novela, también, abundan hechos absurdos en donde los personajes se ven sumergidos y se ven envueltos en su accionar dentro de la obra – me refiero a la extraña droga, el método de implantar la ideología de la secta, el razonar del poeta, etc. Otro caso importante es la manera de presentar la historia; Bellatin, renueva la técnica narrativa de un tiempo lineal, por una construcción de capítulos fragmentarios que en que cada cierto momento salta de tiempo –valga la redundancia-, esto posibilita que se haga un recuento de lo ya narrado y aporte nuevas observaciones de los hechos ocurridos. Me hace recordar a la técnica que utiliza Kundera en “La insoportable levedad del ser”. En conclusión la novela no me emociono como lo hizo en su momento “Salón de Belleza” y mucho menos colmo las expectativas que tenía. Espero que Bellatin vuelva a deleitarnos con la misma prosa o algo raro como nos tiene acostumbrado.

Puntuación: Mala
Presentación: Muy buena
Género: Narrativo
Leído: 12 de agosto de 2009


martes, 25 de agosto de 2009

Secreciones,excreciones y desatinos


No he tenido la oportunidad de leer a varios autores brasileños, solo uno que me destapo el cerebro hace algunos años atrás. Me refiero a Rubem Fonseca (1925), unos de los más importantes narradores, vivos, de la tradición brasileña. Rubem Fonseca me deleito con su conjunto de relato: “Ella y las otras mujeres” (La otra orilla, 2007). La forma de tratar temas tan perversos con total normalidad y el lenguaje exacto sin decoro provocó mi fidelidad con su literatura. Fonseca es un escritor recientemente revalorado en Hispanoamérica y considerado como unos de los pioneros del relato policial. De este impacto desenfado de mi anterior lectura me compre: “Secreciones, excreciones y desatinos” (Seix Barral, 2003). Un libro raro -como son en mayoría los de Fonseca- que plantea desde el inicio la construcción de personajes extraños que se enfrentan a situaciones raras con un accionar en su contorno sosegado, como si lo presentado se normara en parámetros inverosímiles. Cuestión aparte es el lenguaje cotidiano que utiliza el narrador y ayuda a que estas situaciones se presenten como verosímiles. Un hombre que practica la copromancia y descubre su destino en los excrementos, un joven que chupa la sangre de sus enemigos, un aficionado al crucigrama, un enano que se deleita en enamorar a mujeres alta para después dejarlas por otras, son algunos de los personajes interesantes que se desprenden de su texto. De portada la temática puede sonarnos interesantes –como entendió este cronista aventurero-; pero de mi humilde posición creo que muchos de los relatos se tornan pesados por el tema efímero o el desenlace desencadenante. No hay un móvil siniestro, oculto, -si bien el tema es apetitoso e ingenioso- que maraville en los relatos. Entiendo que todo lo que puede escribir un escritor no debe gustar al público, pero esta columna no es para decir que es bueno y malo, sino ayudar al lector curioso con una lectura personal y, de esta manera guiar, una lectura satisfactoria. Acaso no será la primera responsabilidad de un crítico literario. De los relatos de Fonseca puedo destacar: Copromancia, La naturaleza, o la oposición a la gracia; Hermoso dientes y buen corazón y encuentro y desencuentros. Definitivamente resaltaré que los finales de los relatos me deja una desazón de incertidumbre, de frustración de los personajes, que provocan en el lector la esperanza de un desenlace siniestro –que no se cumple en la mayoría-. El hilo policial, que nos tiene acostumbrado Fonseca es uno de los recursos que utiliza para tener sujetados a una lectura de un tirón. Así como un tema ingenioso y un lenguaje sencillo. Rubem Fonseca es un motivo para enfrentarnos a una condición humana inútil y a la vez glorificante. Y nos invita a merodear por sus páginas como un inocente monaguillo descubriendo pecados de su cuerpo.

Puntuación: Regular
Presentación: Muy buena
Género: Relatos
Leído: 7 de agosto de 2009

viernes, 21 de agosto de 2009

Poca Luz en el bar


Quien ha vivido en el infierno -y no rondado- puede entender la poesía de Jaime Urco (1952). “Poca Luz en el bar y otros poemas” (1995), merecedor del premio Asociación cultural Japonesa del Perú (1995), nos hace entender que la poesía y la vida es un monstruo de dos cuerpos que tiene solo una cabeza. Libro extenso, que el autor (me) confiesa que le demoro diez años en escribirla, y que solo transita –apocalípticamente- en un solo tema: el alcohol. Lo que se desprende de ahí son consecuencias que toda esa vida apátrida te puede ocasionar. El tema de la familia, la identidad de un pueblo (Perú), el suicidio, la soledad, la mujer; todo ello, con una inyección de reflexión pesimista, que se desprenden, insistentemente, en este cataclismo que nos aproxima a la nada. Urco nos plantea un libro arriesgado, como a la vez sencillo, con un vacío profundo –a lo Camus, Sartre, Hesse- sobre la condición humana. ¿Cuántas noches, inconciencias, calles solitarias, mujeres, bares atestados de fracasados, le costo para escribir este libro iluminador? No lo sé, pero siento el olor – en sus páginas- a sobaco, arcilla, cigarro, cerveza helada, mesa de madera, silencio, la nada. “Como cualquier hijo de vecino has pensado en volarte la/ tapa de los sesos/ aunque en honor a la verdad/ no haya más arma que tus solas ganas…” Urco me hace entender que la vida no vale nada y que el alcohol será el refugio eterno del hombre buscando –mordiéndose su homínida cola- lo que nunca tendrá respuesta. Será este éxtasis extraño que nos afrenta a una verdad del ser humano, el único momento donde somos hombres y podemos decir lo que sentimos y maldecimos: “estoy quebrado/ sigo mi camino/ nuevamente en una esquina soy el lector del kiosco/ mis ojos no pueden creer todo lo que ha podido ocurrir en/ un único día peor pienso más y digo/ no es un único día/ es la joda de años y años…”
La estructura del libro está definida en cuatro partes: “Bajo el volcan” - título tomado de la novela de Malcolm Lowry-, “el mundo al revés”, “entre idas y venidas” y “el reino de este mundo –clara intensión de parafrasear la novela de Carpentier-. El primer bloque nos plantea el itinerario del yo poético que debe transitar, ahí son comunes el bar, la cama, el sofá, la familia, el tema de abandono de la mujer o la soledad. En el segundo apartado teoriza sobre su condición de un desarraigado, sobre ese yo que ya no el yo, es un yo vilipendiado sin historia: “el sol sigue ahí/ arriba/ y entiendo que la piel que lo recibe tiene historia/ y una cosa era Wiracocha besado por el dios padre sol/ y otra yo...” “Entre idas y venidas” es la mirada de lo que era el yo/borracho que no es pero quiere serlo, ese yo condenado que lo persigue y lo atormenta: “quiero volver a ese lugar donde habría la panza / y el maná caía sin preguntar horas ayunos compañías…” “El reino de este mundo” parte de la idea del yo presente de su construcción como persona –pasado- que se desprende de una nación que para él es desconocida: “la venganza es inútil/ ya no somos inmortales hijos del sol padre Wiracocha/ ni tampoco cartesianos hegelianos” Urco nos envuelve en ese infierno que muchos hemos transitado, en el declive de negarnos como seres sociales, encorbatados y moralista. Sus letras queman en la boca, hierven, te escupen, te hacen entender que nada de lo que has vivido en tu mesa –con sus tres cervezas- se compara a su infierno, porque el demonio que se encuentra embotellado es el peor de todos: la soledad. Salud poeta.

Puntuación: Muy bueno
Presentación: Regular
Género: Poesía
Leído: 20 de Agosto del 2009

jueves, 20 de agosto de 2009

La vigilia de los sentidos


La poesía peruana se debe a varias tradiciones poéticas foráneas. Desde la Colonia hasta la actualidad estas influencias, aporte, discursos; sobreviven en las expresiones de la poética peruana. El Barroco, en este caso, tuvo su aparición en el Perú a comienzo del siglo XVII con los poetas Juan del Valle y Caviedes, y Concolocorvo; aunque hubieron muchos exponentes - en la época colonial-, que cultivaron esta tradición, no sería hasta mediados del siglo XX cuando se retomó las ideas estéticas y se logró reestructurar este discurso de origen español, amante del lenguaje florido, de la ritma perfecta, la experimentación con estrofas clásicas o el latinismo arraigado en el léxico. Estamos hablando del poeta Martín Adán, quien revaloró y desarrollo la estilista gongorina. Esta tendencia se ha mantenido vigente, actualmente, como es el caso del poeta peruano Jorge Wiesse en su libro “Vigilia de los sentidos” (Ediciones Laberinto, Lima 2005). Wiesse propone desde el inició un cuidado lexical en cada verso –“Silencio preñado de palabra/ solo con la música callada…”- Pero no solo encontramos estas características en su libro sino la temática del amor, el silencio, la poética de la creación insuficiente, el paisaje, el viaje cíclico, la reflexión de la palabra o la técnica de la interpretación del poema basándose en vasos comunicantes del poema con las citas. Estas citas –que se encuentran antes del poema- nos puedes connotar dos cosas: el minucioso y sigiloso estudio del poeta por la poesía y la conexión intertextual de poder construir mundos -me refiero al ambiente, situaciones, reelaboraciones poética de clásicos poetas o al simple hecho de parafrasear poemas antiguos que producen que se construyan los poemas del autor- . Estos mundos poéticos -esto lo singular y lo que se aleja a Martín Adán- es lo interdisciplinario que puede encontrarse en el poema. Las citas pueden ser desde poemas de lenguas desusadas, citas de poesías en idioma diferentes, canciones, guiones cinematográficos. Este es el caso del poema “Antes del fin”, que evoca el dialogo de Guido y Claudia en la película 8 ½ de Fellini. Quiero también comentar el apéndice “Deudas advertidas”, que nos hace pensar si la poesía es la suma de una tradición que nos hace solo repetir lo ya creado, lo ya vivido, o que todo este esfuerzo –poético- es en vano para llegar aquella perfección que los poetas místicos querían llegar: ¿la inmortalidad? Jorge Wiesse nos brindas estos poemas con aroma a sensibilidad, prolongación de la nada, de un pesimismo poético –que lo visionaba Adán o Hôlderlin-. Solo nos queda disfrutar de la palabra imperfecta y beber de ella el intento de ser inmortales.

Puntuación: Bueno
Presentación: Bueno
Género: Lírico
Leído: 19 de agosto de 2009